Tener una
casa de estilo republicano, diseñada con la arquitectura de los primeros años
del siglo pasado con finos rasgos coloniales, no sólo es una riqueza, sino una
belleza que debe compartirse. La familia
Díaz Collantes, naturales de Cajamarca, pero fusionados con la cultura e
idiosincrasia trujillana, al final norteños todos, poseen una de las
propiedades más pintorescas, tradicionales y hermosas en pleno siglo 21. Carlos Díaz
Collantes, heredero de esa cultura cajamarquina y trujillana comparte ahora con
su familia, uno de los centros del recuerdo arquitectónicos que la “Ciudad de
la Eterna Primavera” tiene en sus tierras liberteñas.
La propiedad
posee un estilo neoclásico. La casa parece una réplica de algún palacio
florentino del renacimiento. Tiene su propia iglesia, un altar que la familia
mandó construir y que el propio obispo de Trujillo vino para bendecir el lugar,
en virtud que la dueña ya no podía trasladarse a la iglesia.
Posee dos
plantas donde los huéspedes pueden descansar juntamente con la caída del
soleado día y despertar con el trinar de las aves. Es un lugar paradisíaco.
Tiene amplios jardines, puente, lugar de esparcimiento, piscina y mucha ventilación.
El piso es laja española y mármol italiano, y los detalles de la sala, comedor
y otros ambientes, nos permiten remontarnos en el tiempo y por que no, recordar
al Tunante, al bardo César Vallejo y al nacimiento de la marinera trujillana.
Si bien es cierto que las casonas son herencia
de los españoles, italianos, ingleses y franceses, también es real que el
detalle en los adornos, diseños y estilos es lo que marcará la diferencia.
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